Autobiografía

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 Indefectiblemente, para todas las personas hay ciertas actividades, situaciones, lugares, etc, que marcan algún momento de nuestra vida o la totalidad de la misma. Estoy seguro que en  mi caso, que desde el 8 de Febrero del 2005, fecha de mi nacimiento, ya sea por el lugar o la familia en la que me tocó nacer, el fútbol se transformó en un hilo conductor que siempre ha logrado introducirse en todos los momentos de mi vida en la medida que fuera posible o necesaria. 

Los primeros momentos de mi niñez, transcurridos en mi Ciudad de Buenos Aires natal, si bien no son tan memoriosos por mi parte, están documentados en fotos con mis primeras camisetas, como la de la Selección del año 2008 o mi primera pelota, la del Mundial 2006. Era la más chiquita de todas, pero aún sigue dando vueltas por algún ropero de casa. Entre fines del año 2008 e inicios de 2009, después del nacimiento de mi hermano Francisco, mis viejos deciden que nos mudemos a Pergamino,  la ciudad donde vivían mis abuelos, tíos y demás integrantes de la familia Villeta por parte de mi papá y Caporalini Gonino por parte de mi mamá. 

Yo creo que fundamentalmente ahí es cuando se comienzan a desarrollar mis primeros recuerdos asociados con el fútbol, principalmente el primero de ellos. El 16 de Mayo de 2009 y recién mudados a Pergamino, aún con del departamento a falta de detalles, entre ellos el cable, con mi papá y mi abuelo Oscar (partícipe fundamental de los primeros 7 años de mi vida) fuimos a ver a la YPF que estaba en la esquina de Av. de Mayo y Azcuénaga el partido que jugaban mi queridísimo y amado Huracán contra River, partido correspondiente al torneo clausura del año 2009. El recuerdo es memorable, no tanto por la paliza táctica y futbolística o por el abultado 4 a 0, sino porque desde ese momento se terminó de plantar la semilla del fútbol dentro mío, para comenzar a crecer y no frenar jamás.

Durante los primeros años de mi niñez fui a lo que se conoce como Educación Física Inicial (EFI) en el Club Gimnasia y Esgrima de Pergamino, quien con el correr de los años se convertiría en el club de mis amores, a nivel local (nada en este mundo podría superar mi enfermizo amor por Huracán). Durante esos años fui descubriendo que el deporte era algo en lo que lograba destacarme fuertemente, principalmente en el fútbol y el basquet. Sin ningún ánimo de arrogancia ya que hablamos de un niño de entre 7 y 10 años, lo notaba porque tenía un gran desempeño deportivo a diferencia de varios de mis amigos y compañeros del club o de mi colegio Maristas. Ya a partir de esa edad dejé EFI para ir puntualmente a fútbol y a basquet, los dos deportes que jugué durante la mayor parte de mi corta vida. 



Obviando mi fanatismo por todos los deportes, porque me sentaba en mi casa a ver a los pumas, a la selección de básquet, a Del Potro, a la selección de fútbol, cualquier evento deportivo en el que se viera involucrada la Argentina a nivel deportivo, los partidos de Huracán eran como hoy en día para mi también es ir a misa los Domingos. A partir de los 8/9 años ya empecé a tomar conciencia de todo lo que involucraba al globo, sus partidos, sus estadísticas, sus jugadores, su historia. Sabía y quería saber todo lo que fuera referido a mi club. Traigo el tema de la conciencia para rememorar esa tarde de Junio 2014, donde sentí mi primera tristeza y dolor como hincha de Huracán, que fue luego de perder 2 a 0 el desempate por el ascenso a Primera contra Independiente. Ese partido mi viejo no me dejó ir por el peligro de haber 2 hinchadas presentes, así que lo vi sentado en su cama, solo y aún recuerdo mis lágrimas una vez finalizado el partido. Lágrimas que unos meses después, en Noviembre exactamente, se transformarían en lágrimas de alegría, ya que viví junto a mi viejo y mi hermano mi mayor alegría como hincha, que fue salir campeón de la Copa Argentina. A diferencia de ese primer recuerdo en 2009, ya no estaba mi abuelo con nosotros, así que se lo dedicamos a él, que seguro lo festejó con su gastadísima remera del Patoruzú quemero. Hasta hoy recuerdo lo que fue ese duro viaje hasta San Juan, con mi hermano preguntando cuánto faltaba para llegar y no habíamos hecho 5 kilómetros, o pidiendo que ponga “material” que así llamaba mi viejo a la hoy pésima, pero no por ello menos divertida y graciosa música almacenada en ese USB rojo que escuchábamos en el Cruze LTZ.

Ya llegada mi adolescencia, mi pasión por el fútbol había evolucionado conmigo y las charlas con mi viejo sobre si convenía jugar con Chavez y Briasco de doble 9 o que carajo íbamos a hacer sin Huracán durante la pandemia eran más serias y más profundas, como si fuésemos dos sabiondos del fútbol, cuando yo recién jugaba en la Sub-15 del Club  Gimnasia y el los Sábados en el K-67. 

Mi momento más importante en mi vida como futbolista amateur llega en 2021 cuando a los 16 años debuto en la primera de mi club. Fue un momento muy esperado porque era la mayor aspiración de cualquier pibe de inferiores en ese momento, lo mayor que se podía llegar en el ámbito local. Si bien a fin de año perdimos la final por el ascenso contra Socorro, un pueblo de los alrededores de Pergamino, la experiencia y la alegría de haber logrado llegar a primera fueron por escándalo lo mejor de ese momento.




Y así llegamos a la actualidad que, como puede suponerse, también está atravesada por el fútbol, pero a esta altura de una forma más puntual. Salvando mi fanatismo por el globo que sigue intacto y más ferviente que nunca, hoy me encuentro estudiando Comunicación Social, que es no menos que un puente preparador y de ayuda para en un futuro desempeñarme como periodista deportivo, el trabajo que anhelo desempeñar. Ya en un futuro muy probablemente deba mantener un rol ciertamente más objetivo por Huracán en el que por momentos tendré que dejar mi fanatismo de lado para ejercer mi profesión soñada. Pero no me pidan, porque no lo voy a lograr, que deje de lado mi fanatismo por el fútbol, el nombrado al principio, hilo conductor de mi vida.


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